Balance hasta septiembre: cifras clave y contexto
La compañía registró un beneficio neto de 262,8 millones de euros en los nueve primeros meses del año, marcando un giro frente al resultado negativo del mismo periodo anterior. Este salto refleja tanto movimientos puntuales como la evolución operativa, y obliga a separar lo extraordinario de lo recurrente para evaluar la salud real del negocio.
Qué queda después de excluir efectos puntuales
Si se eliminan las plusvalías y ajustes de valor extraordinarios, el beneficio recurrente se sitúa en 206,9 millones de euros, una cifra inferior a la del año previo. Esa diferencia alerta sobre la necesidad de mejorar la generación regular de resultados más allá de las ventas de activos.
- Ingresos acumulados enero‑septiembre: 711,2 millones de euros (crecimiento interanual del 6,9%).
- EBITDA a septiembre: 505,9 millones de euros (descenso del 11,7%).
- FFO a 30 de septiembre: 463,0 millones, que incluye dividendos de filiales por 117,3 millones.
- Deuda neta: 2.347 millones, reducida respecto al cierre del ejercicio anterior.
Interpretación financiera y ratios relevantes
El coste medio de la deuda se ha moderado al 2,2%, lo que mejora el servicio financiero y ayuda a sostener márgenes. El ratio FFO/DN se coloca en el 27,4%, cifra ligeramente inferior a la de cierre del ejercicio pasado, pero en línea con la tendencia de desapalancamiento progresivo del grupo.
Avance hacia los objetivos 2025: realismo y riesgos
La empresa mantiene una hoja de ruta que contempla un beneficio recurrente post‑impuestos en torno a 265 millones, un EBITDA aproximado de 670 millones y una deuda neta cercana a 2.400 millones al cierre de 2025, así como un dividendo objetivo de 1 euro por acción. Alcanzar esas metas dependerá de la capacidad para compensar la caída del EBITDA recurrente y de la evolución del entorno macroeconómico y regulatorio.
Conclusión: qué vigilar en próximos trimestres
Enagás muestra señales de fortaleza financiera, pero las cifras subyacentes sugieren que la compañía deberá intensificar la generación operativa para no depender de desinversiones. Vigilar la evolución del EBITDA, la recurrentidad del beneficio y la gestión activa de la deuda será clave para validar la senda hacia 2025.