domingo, noviembre 9, 2025
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Dieta mediterránea no garantiza niveles adecuados de folato

Folato: por qué importa y por qué la dieta puede quedarse corta

El folato —conocido como vitamina B9 en su forma natural— es clave para procesos como la síntesis de ADN, la reparación celular y el desarrollo neurológico en etapas tempranas de la vida. Aunque muchas recetas tradicionales del sur de Europa incorporan hojas verdes, legumbres y cítricos, el aporte dietético puede no traducirse directamente en niveles séricos adecuados debido a factores como la cocción, la biodisponibilidad y variaciones genéticas en el metabolismo.

Hallazgos recientes que cuestionan la suficiencia dietética

Un análisis poblacional llevado a cabo entre 2001 y 2005 en una comunidad del litoral mediterráneo evaluó la relación entre el patrón alimentario tradicional y las concentraciones de folato en sangre en 812 adultos. Aunque la dieta mediterránea se asoció con mejores consumos alimentarios, los datos revelaron que una proporción notable de la muestra no alcanzaba los objetivos nutricionales recomendados.

En detalle, alrededor del 22 % de participantes cumplía con un patrón alimentario muy parecido a la versión clásica de la dieta mediterránea; sin embargo, entre ellos cerca del 12 % presentaba ingestas por debajo de las recomendaciones y un 6 % mostraba niveles bajos en análisis sanguíneos. Entre quienes seguían el patrón con menos rigor, más del 65 % tenía consumo insuficiente en el registro dietario y casi un 30 % exhibía folato plasmático bajo.

Por qué la comida no siempre equivale a nutrición efectiva

Explicar la discrepancia exige mirar varios frentes: la pérdida de folato por cocción doméstica puede reducir significativamente la cantidad disponible; además, la forma de la vitamina presente en alimentos (poliglutamatos) requiere transformación intestinal para su absorción. A esto se suman diferencias genéticas, como variantes en el gen MTHFR, que afectan la conversión a formas activas, y determinantes sociales —edad, nivel socioeconómico y acceso a frutas y verduras frescas— que modulan el consumo real.

Fortificación: balance entre beneficios y precauciones

La fortificación de cereales y harinas con ácido fólico ha demostrado, en contextos fuera de la cuenca mediterránea, reducir la incidencia de defectos del tubo neural. No obstante, la adopción de este tipo de políticas exige calibrar beneficios y riesgos potenciales: vigilar la ingesta total de la población, evaluar interacciones con la vitamina B12 y establecer sistemas de vigilancia que detecten efectos inesperados en subgrupos vulnerables.

  • Ventajas: reducción de defectos congénitos y disminución de deficiencias poblacionales.
  • Riesgos: posible enmascaramiento de déficits de B12 en ancianos y necesidad de monitoreo.
  • Alternativas: fortificación selectiva, campañas de suplementación para mujeres en edad fértil y programas de educación alimentaria.

Acciones prácticas para individuos y decisores

En el plano individual, se recomiendan suplementos específicos para quienes planifican embarazo y controles periódicos en mujeres gestantes y personas mayores. Desde la perspectiva de políticas, combinar enfoques —pilotos de fortificación, promoción del consumo de alimentos frescos, programas escolares con comidas enriquecidas y monitorización epidemiológica— ofrece una estrategia multifacética para reducir vacíos nutricionales.

Además, la implementación de pruebas de cribado en atención primaria para identificar deficiencias en grupos de riesgo permitiría orientar intervenciones más precisas y evitar medidas universales innecesarias sin evidencia local robusta.

Conclusión: combinar tradición culinaria con políticas basadas en evidencia

La alimentación tradicional del Mediterráneo aporta numerosos nutrientes valiosos, pero no elimina la posibilidad de déficits de folato en la población. Un enfoque pragmático exige investigaciones locales actualizadas, estrategias dirigidas a las personas en mayor riesgo y un debate público informado sobre la conveniencia de la fortificación frente a alternativas menos invasivas. Solo así se podrá mantener la riqueza cultural de la dieta sin dejar de proteger la salud pública.

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