El Orden Geopolítico en Transición: Un Marco para la Confrontación
El panorama internacional actual se caracteriza por una profunda reconfiguración de las relaciones de poder. En este contexto de multipolaridad emergente y de desafíos al orden liberal establecido, la Federación Rusa, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, parece haber consolidado una postura de confrontación estratégica con Europa. Lejos de buscar una desescalada, los análisis recientes sugieren que el Kremlin percibe una ventana de oportunidad para avanzar en sus objetivos a largo plazo, intensificando la presión sobre el continente europeo y empleando una gama de herramientas que van más allá de los conflictos convencionales.
La visión de Moscú parece ser la de un mundo donde el poder duro y los intereses nacionales pragmáticos prevalecen sobre el multilateralismo y los valores universales. Esta percepción se ha visto reforzada por las tendencias observadas en la política exterior de algunas potencias globales, que priorizan transacciones directas y una reducción del papel de «gendarme global». Para el Kremlin, esta coyuntura representa un momento propicio para reafirmar su influencia y remodelar su «esfera de interés» en Europa.
La Oportunidad Estratégica de Moscú: Debilidades Percibidas
La cúpula rusa interpreta la prolongada indecisión y la fragmentación en las respuestas europeas, especialmente en lo que respecta al apoyo a Ucrania, como una debilidad estructural. A esto se suma la expectativa de un cambio en la política estadounidense, con la posibilidad de que una administración futura se incline por un enfoque más aislacionista y transaccional. En esta lectura, las iniciativas de paz impulsadas por Washington son vistas no como una vía para una solución equitativa, sino como una herramienta para forzar acuerdos que reflejen la «correlación de fuerzas» actual en el terreno, potencialmente a favor de los intereses rusos.
Desde la perspectiva de Moscú, un acuerdo de paz impuesto podría desmovilizar la defensa ucraniana, creando zonas desmilitarizadas que favorezcan al agresor y dejando en la ambigüedad las causas fundamentales del conflicto. Si Europa y Kiev rechazan tales términos, la amenaza implícita es la retirada del apoyo logístico y de inteligencia estadounidense, dejando a Ucrania dependiente únicamente de una Europa posiblemente dividida y menos equipada. Ambos escenarios, desde la óptica rusa, son beneficiosos: una «Pax Russica» que concede un respiro estratégico o la continuación de hostilidades con un apoyo ucraniano significativamente mermado.
Escalada Asimétrica: La Doctrina Rusa para 2026
Con independencia de los desenlaces diplomáticos, la trayectoria para 2026 apunta hacia una intensificación de la confrontación entre Rusia y Europa. La narrativa de la «victoria» y la restauración de la «grandeza rusa» se ha vuelto central para la legitimidad del régimen de Putin, lo que lo impulsa a mantener una dinámica de desafío constante. Esta necesidad de proyectar fuerza se manifestará no solo en el frente ucraniano –posiblemente con operaciones cinéticas en el Donbás y esfuerzos por controlar el acceso de Ucrania al Mar Negro– sino también a través de una agresiva campaña de guerra híbrida contra Europa. Esta campaña se basará en tres pilares fundamentales:
- Intensificación del Sabotaje: La expansión de la capacidad industrial de defensa europea, con sus cadenas de suministro y centros de producción de armamento, se convierte en un objetivo primordial. Accidentes inexplicables, fallos en infraestructuras críticas (energéticas, de transporte, tecnológicas) o interrupciones en las cadenas logísticas buscarán elevar los costes de seguridad, desviar recursos del apoyo a Ucrania y, crucialmente, erosionar la confianza y el apoyo público de las poblaciones europeas hacia Kiev. Podríamos ver incidentes que afecten redes eléctricas, plataformas de comunicación o instalaciones fabriles esenciales.
- Ofensivas de Desinformación y Subversión: Rusia buscará explotar las vulnerabilidades de las democracias occidentales, especialmente en el contexto de la polarización social y el auge de movimientos extremistas. Esto se traducirá en un aumento exponencial de las campañas de injerencia en procesos electorales clave, tanto a nivel nacional como europeo. El objetivo es manipular la opinión pública, debilitar la cohesión interna de los países, sembrar la discordia entre los aliados de la OTAN y los socios de la Unión Europea, y socavar el respaldo a Ucrania mediante narrativas engañosas y propaganda.
- Demostraciones de Coerción e Intimidación: La visualización del poder militar ruso a través de despliegues de fuerzas convencionales y una retórica agresiva será una constante. Esto podría incluir pruebas de nuevos sistemas de armamento, ejercicios militares a gran escala cerca de las fronteras europeas, o maniobras navales en aguas internacionales cercanas a países de la UE y la OTAN. El mensaje implícito, y a menudo explícito, es que el apoyo a Ucrania conlleva riesgos de escalada directa con Rusia, incluyendo la alusión a capacidades no convencionales, generando un impacto psicológico de miedo e incertidumbre en las sociedades europeas.
El Desafío a la Resiliencia Europea y el Artículo 5
El Kremlin opera bajo la premisa de que puede ejecutar esta estrategia de guerra híbrida manteniendo las acciones por debajo del umbral de activación del Artículo 5 de la OTAN, el pacto de defensa colectiva. Esta ambigüedad calculada le permite a Moscú mantener la iniciativa y controlar el ritmo de la escalada en cualquier crisis que decida provocar. Los países europeos, por su parte, se ven relegados a un papel predominantemente reactivo, respondiendo a los movimientos de Moscú en lugar de dictar los términos de la confrontación.
Esta situación es insostenible si Europa desea disuadir eficazmente la estrategia de largo plazo de Putin. El continente se enfrenta a un año crucial que evoca los desafíos de épocas pasadas, donde la falta de una respuesta unificada y proactiva llevó a consecuencias trágicas. La seguridad europea en 2026 dependerá de una capacidad para aprender de la historia y forjar una estrategia de contención y resiliencia que trascienda la mera reacción.
Hacia una Mayor Autonomía Estratégica Europea
Para contrarrestar la estrategia rusa, Europa necesita desarrollar una autonomía estratégica más robusta. Esto implica no solo un aumento significativo de la inversión en defensa y en capacidades militares conjuntas, sino también la construcción de una resiliencia integral frente a las amenazas híbridas. Se requiere una mayor coordinación en inteligencia y ciberseguridad, así como campañas activas para combatir la desinformación y fortalecer la cohesión social.
La clave reside en pasar de una postura defensiva a una proactiva, elevando los costes de las acciones desestabilizadoras para Rusia y demostrando una voluntad inequívoca de proteger los intereses y valores europeos. Este camino exige un liderazgo continental fuerte y una visión compartida que priorice la seguridad colectiva por encima de las divisiones internas, marcando un rumbo claro para afrontar la complejidad del escenario geopolítico que se vislumbra para 2026 y más allá.


