Palacio de Liria: Donde la Historia Vive en Cada Rincón
En el corazón de Madrid se erige el Palacio de Liria, una joya arquitectónica que trasciende la mera catalogación de monumento. Aunque gran parte de sus imponentes salones y galerías están abiertos al público, albergando una de las colecciones de arte más importantes de España, este emblemático edificio es, ante todo, un hogar. Una distinción clave reside en la meticulosa conservación de sus estancias privadas, espacios donde la familia ducal no solo reside, sino que también honra y perpetúa el legado de sus antepasados, ofreciendo una perspectiva única de cómo la alta aristocracia integra la historia con la vida contemporánea.
La capacidad del Palacio de Liria para fusionar su majestuoso pasado con las necesidades de una residencia familiar es un testimonio de su continua vitalidad. Lejos de ser un museo estático, es un centro activo de vida social y cultural, donde los actuales Duques de Huéscar, Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo, han encontrado un santuario. Esta dualidad entre la apertura al público y la preservación de la intimidad dota al palacio de una atmósfera inigualable, un eco de la visión que la inolvidable Cayetana de Alba siempre tuvo para él: un espacio vivido y amado.
El Salón Amarillo: Un Santuario de Elegancia y Personalidad
Entre las numerosas habitaciones privadas que salpican la segunda planta del palacio, el Salón Amarillo destaca como una de las más evocadoras y queridas por los Duques de Huéscar. Esta estancia encarna a la perfección la filosofía de un hogar aristocrático: un espacio con una profunda carga histórica, pero diseñado para el confort y el disfrute personal. Su nombre no engaña: las paredes, revestidas con un vibrante papel pintado amarillo, infunden una calidez y una luminosidad que contrastan con la solemnidad de otras áreas más públicas.
El impacto visual del Salón Amarillo es innegable. Las tonalidades doradas del papel pintado se complementan con molduras neoclásicas de un blanco impoluto, salpicadas de detalles ocres que añaden profundidad y sofisticación. Desde el centro del techo, una majestuosa lámpara de araña de cristal proyecta una luz suave y acogedora, realzando cada detalle de la decoración. La elección de estos colores y elementos busca crear un ambiente de serenidad y distinción, lejos de la frialdad que a veces se asocia a las grandes residencias históricas.
Diseño Interior: Un Diálogo Entre Épocas y Estilos
La decoración del Salón Amarillo es un ejemplo magistral de cómo los diferentes periodos y geografías pueden coexistir en armonía. El mobiliario ecléctico, que incluye piezas de origen inglés y francés, se mezcla con antigüedades españolas, creando un tapiz visual que narra la historia de la familia a través de sus adquisiciones y herencias. Los sofás y butacas, piezas clave de este espacio, están tapizados con tejidos ricos y estampados florales que combinan amarillos, rosas y verdes, sumando una capa de frescura y vitalidad al ambiente.
El suelo del salón está cubierto por alfombras antiguas, que no solo añaden una textura lujosa, sino que también protegen los clásicos pavimentos originales del palacio. Estas alfombras, a menudo de intrincados diseños persas o españoles, enmarcan el espacio y conectan visualmente los diferentes conjuntos de asientos. Una chimenea de mármol, elegantemente tallada, preside una de las paredes, funcionando hoy en día como un elemento puramente decorativo que evoca la opulencia de tiempos pasados.
El Alma del Palacio: Arte y Objetos con Historia Familiar
A diferencia de las galerías públicas repletas de obras maestras reconocidas mundialmente, los salones privados como el Salón Amarillo albergan una colección de arte más íntima y personal. Aquí, los visitantes —o en este caso, los residentes— pueden apreciar una serie de retratos familiares, que documentan generaciones de la Casa de Alba, junto a pinturas de género menos conocidas, paisajes holandeses o bodegones españoles que reflejan los gustos particulares de sus moradores a lo largo de los siglos. Estas obras no buscan impresionar por su renombre, sino por su valor sentimental y su conexión directa con la historia familiar.
Además de las obras pictóricas, el salón está adornado con una miríada de objetos de colección y piezas adquiridas en mercadillos de antigüedades de ciudades como París o Venecia. Hablamos de delicadas porcelanas, pequeñas esculturas, recuerdos de viajes y libros cuidadosamente seleccionados. Cada uno de estos objetos contribuye a la narrativa del espacio, transformándolo en un compendio de historias y vivencias. Esta curaduría personal es lo que realmente convierte el Palacio de Liria, en sus zonas privadas, en un hogar genuino y no en una mera exposición.
Un Legado Viviendo en el Presente
Desde su construcción en el siglo XVIII bajo la dirección de Ventura Rodríguez y su posterior y crucial reconstrucción tras la Guerra Civil, el Palacio de Liria ha demostrado una resiliencia inquebrantable. La visión de Cayetana de Alba de mantenerlo como un espacio vital, y no solo como un relicario histórico, se ha perpetuado con éxito. Sus salones privados, testigos de innumerables tertulias con intelectuales, artistas y figuras clave de la sociedad, siguen siendo hoy un epicentro de encuentros familiares y un remanso de paz en la bulliciosa capital española.
Los Duques de Huéscar, conscientes de la riqueza que poseen, trabajan por mantener este equilibrio. La combinación de elementos históricos con un toque de modernidad, la elección de colores vivos y la disposición de objetos que evocan recuerdos, configuran un ambiente que se siente auténtico y lleno de alma. El Salón Amarillo, con su esplendor y su carácter distintivo, simboliza a la perfección esta vocación: ser un espacio donde el pasado glorioso de la Casa de Alba se abraza con el presente, creando un hogar aristocrático que sigue cautivando y contando historias.


