El Origen Místico de las Mascaradas Invernales
Cada Año Nuevo, la tranquila localidad de Riofrío de Aliste, en la provincia de Zamora, se transforma en el escenario vibrante de una de las manifestaciones culturales más arraigadas y enigmáticas de la península: la mascarada de Los Carochos. Este ritual ancestral, que marca la transición del solsticio de invierno, no es meramente un festejo, sino una profunda conexión con los ciclos naturales y la renovación de la vida comunitaria, donde el orden y el caos se entrelazan en una danza simbólica.
La persistencia de estas celebraciones invernales a través de los siglos subraya su vital importancia en el imaginario colectivo. Representan una ventana a tradiciones precristianas, donde figuras grotescas y aterradoras tenían la función de ahuyentar los malos espíritus del año que termina y dar la bienvenida a la fertilidad y la prosperidad del nuevo ciclo. En Riofrío, Los Carochos cumplen esta función con una intensidad que capta la atención de todos los presentes.
Un Elenco de Símbolos Vivientes: Los Carochos y su Comitiva
La cuadrilla de Los Carochos está compuesta por un conjunto de once personajes, cada uno con un rol y vestimenta distintivos que contribuyen a la compleja narrativa teatral al aire libre. En el epicentro de la acción se encuentran el Diablo Grande y el Diablo Chiquito, encarnaciones del desorden y la picardía, que interactúan de forma impredecible con los espectadores y residentes, marcando un ritmo frenético con sus carreras y travesuras por las calles del pueblo desde el mediodía hasta el anochecer.
Acompañando a los diablos, aparecen otras figuras emblemáticas como Los Guapos, que imponen cierto orden o lo desafían; La Filandorra, que se desplaza en un carro alistano, aportando un toque de misterio; y personajes como El Cojo, El Molacillo, El Ciego y El Gitano, cada uno portando elementos que refuerzan su identidad y su función dentro del drama popular. Su desempeño no sigue un guion rígido, sino que se nutre de la improvisación y la interacción espontánea, reflejando una profunda comprensión de la simbología cultural local.
La Preparación: Un Acto de Devoción Comunitaria
Meses antes del gran día, la comunidad de Riofrío se embarca en una meticulosa preparación. La indumentaria estrafalaria de los personajes, elaborada con cuidado y cariño, es revisada y restaurada. Instrumentos como los tamboriles, las cencerras y las vistosas castañuelas se afinan y se disponen, mientras que la carocha, elemento central de algunos disfraces, es celosamente custodiada. Cada detalle, desde el lino bien apiñado hasta los caramelos destinados al «bautizo» de los nuevos participantes, es parte de un ritual que infunde vida a la tradición.
Los preparativos incluyen también elementos prácticos y simbólicos, como las corchas que, tras ser pasadas por la brasa, servirán para tiznar los rostros de locales y visitantes, difuminando las barreras entre el público y los intérpretes. Este acto no es solo un adorno, sino una invitación a sumergirse en la atmósfera de la mascarada, participando activamente en su desarrollo y convirtiéndose, por unas horas, en parte de la ancestral celebración que precede al lanzamiento del cohete que marca el inicio oficial.
El Legado de Aliste: Identidad y Resistencia Cultural
La comarca de Aliste, en la provincia de Zamora, es un auténtico baluarte de las mascaradas de invierno, con varias localidades manteniendo viva esta costumbre el mismo día de Año Nuevo. La riqueza de estas manifestaciones, como Los Carochos, radica en su capacidad para actuar como espejo de la identidad colectiva, fortaleciendo los lazos comunitarios a través de la memoria y la transmisión generacional de saberes y prácticas.
La tradición de visitar las casas para «pedir el aguinaldo» es una muestra más de cómo estas festividades integran a todos los vecinos, reforzando el tejido social. La complejidad de sus escenas, la ausencia de diálogos en muchos momentos y la poderosa carga simbólica de cada gesto y cada personaje demuestran que Los Carochos son mucho más que un desfile; son un patrimonio inmaterial vivo que sigue evolucionando, manteniendo su esencia ancestral y su valor como atractivo cultural y turístico para la región.


