Juan del Val: Un Equilibrio entre el Pulso Urbano y la Calma Rural
La figura de Juan del Val, conocido por su incisiva pluma y su presencia mediática, revela una profunda conexión con los contrastes inherentes a la vida contemporánea. Su trayectoria como escritor y comentarista no solo se forja en el efervescente ambiente de los medios, sino que se nutre también de una auténtica apreciación por las raíces culturales y los paisajes más genuinos de España. Este equilibrio entre el dinamismo metropolitano y la quietud del entorno natural define su esencia, reflejándose en sus elecciones de ocio y sus predilecciones geográficas.
Para del Val, vivir es una experiencia multifacética que abarca tanto la intensidad de la vida pública como la íntima búsqueda de la serenidad. No es de extrañar que sus lugares favoritos se dividan entre la vibrante capital española y remansos de paz que le permiten recargar energías. Estas ubicaciones no son meros puntos en el mapa, sino espacios cargados de significado, donde lo tradicional se encuentra con lo personal y lo intelectual se fusiona con lo emocional.
Madrid: El Foco de Inspiración y la Escena Gastronómica Preferida
La capital de España ejerce una atracción magnética sobre Juan del Val. Más allá de ser su residencia habitual, Madrid representa para él un inagotable manantial de estímulos, un crisol cultural donde convergen ideas, personas e historias. Le fascina la autenticidad de sus barrios, la riqueza de sus tertulias en cafés y la constante efervescencia que la convierte en un escenario ideal para la observación y la reflexión. Es una ciudad que encarna la libertad de expresión y la diversidad, valores que resuenan profundamente con su perspectiva crítica y su mirada aguda sobre la sociedad.
En el plano culinario, la ciudad ofrece un universo de opciones que del Val explora con discernimiento. Aunque no duda en disfrutar de la sencillez de un bocadillo de calamares o de los aperitivos tradicionales, su paladar se inclina por establecimientos que honran la cocina de producto. Ha manifestado su gusto por la gastronomía japonesa para ocasiones especiales junto a Nuria Roca, lo que demuestra una apertura a sabores internacionales, pero siempre con un criterio exigente.
La Manduca de Azagra: Un Santuario de la Cocina Auténtica en la Capital
Entre sus elecciones predilectas para compartir mesa con amigos, destaca de forma significativa La Manduca de Azagra. Este restaurante, situado en la céntrica calle Sagasta, se ha consolidado como un referente ineludible de la cocina española tradicional. Su propuesta culinaria se distingue por un profundo respeto al producto, especialmente a las verduras de temporada, que son elevadas a la categoría de protagonistas en muchos de sus platos. La filosofía del establecimiento, que hunde sus raíces en la tradición navarra, prioriza la calidad de los ingredientes, muchos de ellos seleccionados directamente de huertas propias o de proveedores de confianza.
La Manduca de Azagra, con su herencia de Azagra, Navarra, ha sabido trasladar a Madrid una forma de entender la gastronomía donde la sencillez y la excelencia van de la mano. No es un restaurante exclusivo de vegetales, sino que su carta ofrece una propuesta equilibrada que incluye carnes, pescados y legumbres, siempre bajo la premisa de honrar el sabor original y la tradición culinaria. Su ambiente, con un diseño interior obra del arquitecto Patxi Mangado, es otro de sus atractivos. La combinación de materiales naturales como el ladrillo blanco y la cerámica, junto a una iluminación cálida e indirecta, confiere al espacio una elegancia discreta y un ambiente acogedor que invita a la conversación y al disfrute sin prisas.
Este lugar es frecuentemente elogiado en guías especializadas y entre los conocedores de la buena mesa en Madrid por su consistencia y su dedicación a la materia prima de calidad. Es un destino predilecto para aquellos que buscan una experiencia gastronómica auténtica, sin artificios, donde el buen comer se convierte en una celebración de la cultura y el terruño españoles.
El Llamado de la Naturaleza: De Cádiz a Candeleda
Contrastando con la ebullición de Madrid, Juan del Val encuentra en la geografía española varios puntos de desconexión y serenidad. La provincia de Cádiz, con sus costas bañadas por el Atlántico, representa uno de estos refugios. Allí, el mar se convierte en un elemento casi terapéutico, un telón de fondo para el pensamiento pausado y el alejamiento del ritmo frenético de la vida pública. La sencillez de sus paisajes y la autenticidad de su gente le ofrecen un respiro, permitiéndole reconectar con una existencia más elemental y libre de artificios.
Su aprecio por la España más profunda se extiende también a la Andalucía interior, donde valora la sabiduría popular y la importancia de lo cotidiano. Sin embargo, en los últimos tiempos, un destino en particular ha capturado su atención y la de Nuria Roca: la localidad abulense de Candeleda, en la Sierra de Gredos.
Candeleda: El Remanso Abulense para la Vida Familiar
Candeleda, enclavada en las faldas de la Sierra de Gredos, al sur de Ávila, se ha transformado en el epicentro del proyecto de vida rural de la pareja. Esta localidad, con su peculiar microclima, a menudo descrito como la «Andalucía abulense» por su vegetación exuberante y sus temperaturas más templadas, ofrece un contraste idílico con el entorno mesetario circundante. Es en El Raso, una pedanía de Candeleda, donde Juan del Val y Nuria Roca han decidido edificar su santuario, una vasta propiedad diseñada para el disfrute familiar y la profunda conexión con la naturaleza.
La elección de Candeleda no es casual. El proyecto, que supera los 40.000 m² de terreno y una vivienda de más de 400 m² habitables, simboliza una inversión no solo inmobiliaria, sino vital. Se trata de crear un hogar que priorice la amplitud, la luminosidad y la comodidad, un lugar donde el tiempo se detiene y la familia puede coexistir en armonía con el entorno. La dirección de la reforma, a cargo del reconocido interiorista Pepe Leal, subraya la meticulosa atención al detalle y el deseo de plasmar una visión muy personal de su hogar.
El encanto de Candeleda reside también en su riqueza natural y cultural. Atravesada por gargantas y arroyos que descienden de Gredos, ofrece innumerables oportunidades para el senderismo y el contacto con paisajes prístinos. Sus calles empedradas, la arquitectura tradicional y un ritmo de vida pausado, que contrasta vivamente con el frenesí urbano, dotan al lugar de una atmósfera de paz inigualable. La integración de la pareja en la comunidad local, evidenciada por la cálida acogida de sus habitantes, refuerza la idea de un hogar arraigado en la tradición y en el sentido de pertenencia.
Además de Candeleda, otro punto geográfico que ocupa un lugar especial en el mapa sentimental de la familia es la isla de Menorca. Las visitas estivales a este paraíso mediterráneo, donde reside la hermana de Nuria, Ruth, son momentos de reunión familiar que complementan a la perfección su búsqueda de bienestar y armonía.
Un Reflejo de Identidad: Buscando el Punto de Encuentro
Las elecciones de Juan del Val, desde un selecto restaurante en Madrid hasta un retiro en la Sierra de Gredos, dibujan el retrato de una personalidad que valora la autenticidad en todas sus formas. Su vida se nutre de la energía incesante de la capital, que le proporciona la materia prima para su trabajo y sus reflexiones, pero encuentra su contrapunto necesario en la quietud de entornos naturales. Esta dualidad no es una contradicción, sino un testimonio de una búsqueda consciente de equilibrio: entre el compromiso intelectual y la contemplación, entre la vida pública y los momentos de intimidad familiar. Sus lugares favoritos son, en última instancia, una extensión de su propia filosofía de vida.


