¿Qué implicaría ampliar el Mundial a 64 selecciones?
La idea de llevar el próximo Mundial a 64 equipos supone mucho más que un simple aumento en el número de participantes: transforma el calendario, la logística y la concepción misma del evento. A nivel competitivo, multiplicar las selecciones altera el camino hacia la final; desde la organización, exige repensar sedes, transporte y alojamiento; y en términos comerciales, abre nuevos mercados pero también eleva costos operativos.
Formato posible y carga de partidos
Un esquema coherente para 64 selecciones sería dividirlas en 16 grupos, con los dos primeros avanzando a una fase eliminatoria de 32 equipos. Ese mecanismo generaría alrededor de 128 encuentros en total, lo que se traduce en más días de competición y, por consiguiente, más exigencias de recuperación para los jugadores y mayor presión sobre estadios y plantillas de organización.
- Más partidos implican mayor exposición televisiva y posible incremento de ingresos por derechos.
- Aumenta la necesidad de sedes con capacidad y estándares internacionales.
- Se requieren calendarios con ventanas internacionales ampliadas para preservar la salud de los futbolistas.
Logística transcontinental: desafíos de un formato multinacional
Organizar un Mundial distribuido entre continentes —con gran parte de los partidos en España, Portugal y Marruecos y algunos grupos en Sudamérica— plantea retos de desplazamiento y coordinación. La distancia entre sedes europeas y sudamericanas multiplica vuelos y traslados, afectando tanto a selecciones como a aficionados internacionales. Además, la huella de carbono del torneo podría crecer significativamente si no se incorporan medidas de compensación y transporte sostenible.
Oportunidad para Argentina y la región
Que una nación sudamericana albergue una de las fases iniciales ofrece beneficios tangibles: impulso turístico local, inversión en infraestructura y promoción de proyectos deportivos comunitarios. Para los organizadores regionales, recibir un bloque de partidos permite mostrar estadios renovados, fortalecer cadenas de suministro y generar empleo temporal. No obstante, es esencial que las mejoras queden como legado, evitando inversiones que solo resulten útiles durante el torneo.
Costes, beneficios y el factor político
Detrás de la propuesta hay consideraciones económicas y diplomáticas. A corto plazo, más encuentros significan mayores ingresos por entradas y patrocinios; a largo plazo, los costos de puesta a punto de instalaciones y seguridad pueden reducir márgenes. Además, las negociaciones interconfederativas influirán en la decisión final: acoger fases en distintos países suele responder tanto a criterios deportivos como a acuerdos políticos y de cooperación internacional.
Escenarios alternativos y recomendaciones
Existen modelos alternativos que mitiguen los problemas logísticos: concentrar los grupos sudamericanos en sedes contiguas dentro de la región para reducir viajes; programar fases de grupos en franjas compactas para acortar la duración total; o incorporar sistemas híbridos de competición para minimizar la sobrecarga de fixtures. Es clave priorizar sostenibilidad, salud de los jugadores y legado local al decidir el formato final.
Conclusión: mucho más que ampliar el número
Convertir al Mundial 2030 en un torneo de 64 selecciones y repartir encuentros entre Europa y Sudamérica representa una oportunidad histórica, pero implica responsabilidades significativas. La discusión debe centrarse en cómo equilibrar beneficios económicos, equidad deportiva y sostenibilidad. Solo una planificación rigurosa podrá garantizar que el evento deje un impacto positivo duradero en los países anfitriones y en el fútbol global.