El Paradigma de la Polarización: ¿Un Catalizador Inesperado para Nuevas Fuerzas?
El actual escenario político español se caracteriza por una marcada polarización y la constante redefinición de alianzas. Dentro de este contexto dinámico, la estrategia de erigir un «muro» frente a determinadas corrientes ideológicas, particularmente las situadas en la derecha y ultraderecha del espectro, ha sido una constante en el discurso político de ciertos sectores. Sin embargo, un análisis de las tendencias electorales recientes sugiere que, lejos de contener el avance de partidos como Vox, esta estrategia podría estar generando un efecto inverso, actuando como un catalizador que potencia su crecimiento y consolidación en el panorama político español.
Las últimas citas con las urnas han puesto de manifiesto una serie de desafíos para las formaciones tradicionales, y especialmente para el liderazgo de la actual presidencia, que afronta un historial electoral con particularidades notables. La búsqueda de una mayoría parlamentaria estable se ha vuelto una tarea cada vez más compleja, marcando una clara diferencia con épocas anteriores de la democracia española donde los gobiernos contaban con mandatos más robustos.
La Trayectoria Electoral Reciente y la Fragmentación del Apoyo
Desde su llegada a la presidencia, el camino electoral del actual jefe de gobierno ha estado jalonado por resultados que, si bien le han permitido mantenerse en el poder, no han logrado consolidar una base de apoyo amplia e indiscutible en las urnas. La victoria en la moción de censura que lo llevó al poder sin pasar por las urnas fue un hito inusual, seguido por una promesa de convocar elecciones que tardaría en materializarse. En los comicios de abril de 2019, el partido gobernante obtuvo un número de escaños que, comparado con el promedio de otras presidencias democráticas, representaba un punto de inflexión hacia la fragmentación partidista. Aquella cifra de 123 diputados fue, hasta la fecha, el mejor resultado de su liderazgo.
Las expectativas de un mayor respaldo en aquella ocasión, tras un periodo de crítica a la oposición por casos de corrupción y promesas de evitar alianzas con formaciones consideradas extremistas o nacionalistas, no se tradujeron en una mayoría sólida. Esta situación se asemejó a los desafíos enfrentados por presidentes anteriores, como en las elecciones de 2015, donde una cifra similar de escaños llevó a reflexionar sobre la viabilidad de gobernar con un apoyo tan limitado, e incluso a considerar la dimisión. Sin embargo, en contraste, aquel mismo partido logró una mejora significativa en una posterior convocatoria, alcanzando los 137 escaños en 2016.
La posterior repetición electoral en noviembre de 2019 resultó en un retroceso, con 120 escaños, lo que llevó a la formación de una coalición de gobierno con un partido de izquierda radical, una opción que previamente había sido públicamente descartada por el entonces candidato. Este patrón de resultados «ajustados» o incluso menguantes se ha repetido en posteriores contiendas, como las de julio de 2023, donde el partido en el poder obtuvo 121 escaños, quedando significativamente por detrás de la principal fuerza de la oposición, que consiguió 137.
La Transformación del Mapa Autonómico y Sus Implicaciones
La debilidad en el apoyo electoral no se ha limitado a las elecciones generales. El mapa político regional ha experimentado una profunda reconfiguración bajo la gestión actual. Tradicionales bastiones del socialismo, como Andalucía y Extremadura, han visto erosionada su hegemonía. Andalucía, por ejemplo, fue testigo de un cambio histórico en 2018, cuando una coalición de centro-derecha y una formación emergente de derecha consiguieron desbancar al partido gobernante tras décadas de dominio. Aunque la configuración de esa alianza inicial evolucionó, el cambio de ciclo regional fue contundente.
Más recientemente, en Extremadura, los resultados autonómicos de 2023 reflejaron una pérdida considerable de apoyo para el socialismo, consolidando a la principal fuerza de la oposición como la opción más votada y reabriendo la puerta a pactos con formaciones de derecha para conformar gobierno. Este fenómeno contrasta con la situación en algunas comunidades donde el partido en el gobierno sí retuvo el poder, como Castilla-La Mancha, donde un líder con un perfil más moderado ha marcado distancias con la dirección nacional, o Asturias y Cataluña, regiones con dinámicas electorales muy específicas.
El «Muro» y la Contradicción de sus Efectos
El argumento central de la política del «muro» es la necesidad de un dique frente al ascenso de la «extrema derecha». Sin embargo, la evidencia electoral sugiere que esta estrategia política podría estar resultando contraproducente. Lejos de frenar a partidos como Vox, el discurso de la polarización y la exclusión parece alimentar una reacción en el electorado. Diversos análisis y ejemplos de otros países europeos, como la moderación observada en algunos partidos de derecha radical una vez alcanzan el poder, plantean interrogantes sobre la eficacia de estas barreras discursivas.
En España, las coaliciones entre el Partido Popular y Vox en varias comunidades autónomas han funcionado sin los «extremismos» que a menudo se les atribuyen, aunque no exentas de tensiones internas, algo común en cualquier tipo de alianza. La idea de que la principal fuerza de la oposición «fomenta» el crecimiento de Vox también es cuestionada, ya que el ascenso de esta formación se ha consolidado especialmente desde que el actual gobierno llegó al poder. El rechazo a ciertas políticas gubernamentales, como la gestión migratoria, ha sido un factor movilizador para una parte del electorado que ha encontrado en Vox un vehículo para su descontento, evidenciándose incluso traspasos de votos desde el socialismo hacia esta opción en regiones como Extremadura.
Más Allá del «Muro»: La Reconfiguración de las Alianzas
La persistente minoría parlamentaria ha obligado al actual gobierno a recurrir a pactos con una amalgama de fuerzas políticas, incluyendo partidos nacionalistas e independentistas, lo que a menudo genera percepciones de inestabilidad y dependencia. Esta realidad ha forzado un ejercicio constante de negociación y cesiones que, para muchos votantes, contrasta con los principios de gobernabilidad y estabilidad democrática. La dificultad para aprobar presupuestos de manera recurrente es un síntoma de esta compleja ecuación parlamentaria.
En este panorama, la narrativa del «muro» se percibe no solo como una simplificación de la compleja realidad política, sino también como un intento de dividir y enfrentar a la sociedad. La paradoja es clara: aquello que se presenta como una barrera defensiva podría estar funcionando, en realidad, como un «coladero» o incluso un «caldo de cultivo» para las mismas fuerzas que se pretenden contener. La reevaluación de estas estrategias electorales y un enfoque más constructivo hacia el debate público podrían ser clave para desescalar la tensión y construir consensos en un país cada vez más diverso en sus representaciones políticas.


