lunes, octubre 20, 2025
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Patrimonio de los jóvenes españoles cae un 75% desde 2002

Un diagnóstico: qué significa perder tres cuartas partes del patrimonio

Que la riqueza de los menores de 35 años se haya reducido en torno a un 75% desde comienzos del siglo XXI no es solo una cifra llamativa: es la señal de un cambio estructural. Esta pérdida afecta la capacidad de emancipación, la acumulación de capital y la seguridad frente a imprevistos. Mientras una porción importante de la población mayor conserva activos y estabilidad, la generación más joven llega a la edad adulta con menos recursos y mayor vulnerabilidad.

Vivienda: el activo que decide el mapa de la desigualdad

El mercado residencial funciona hoy como un filtro que separa a quienes logran acumular patrimonio de quienes no. Tener una vivienda en propiedad suele equivaler a poseer el principal activo familiar; no tenerla significa depender exclusivamente de rentas, depósitos y productos financieros de bajo rendimiento. Esa diferencia explica por qué la propiedad inmobiliaria es determinante en la distribución de la riqueza entre generaciones.

En ciudades de tamaño medio, por ejemplo, una pareja joven que accede a su primera vivienda suele destinar gran parte de sus recursos a la entrada y la hipoteca, limitando ahorro e inversión en formación o emprendimiento. En contraste, quienes heredaron inmuebles o compraron antes del fuerte encarecimiento disfrutan de una palanca patrimonial que multiplica su bienestar económico.

Ingresos y trabajo: menos salario, menos oportunidades de ahorro

La otra cara de la moneda es el mercado laboral. La combinación de salarios estancados, contratos temporales y jornadas parciales hace que muchos jóvenes no generen excedente para ahorrar. Aunque algunos sectores tecnológicos muestran sueldos competitivos, amplios segmentos —hostelería, comercio, cuidados— mantienen remuneraciones ajustadas, lo que erosiona el poder adquisitivo y dificulta la acumulación de patrimonio.

Un ejemplo cotidiano: un trabajador de 25 años con empleo discontinuo puede ver cómo, pese a trabajar varios años, no consigue crear un colchón financiero ni acceder a un préstamo en condiciones favorables. Esa combinación de ingresos frágiles y mercados caros profundiza la desigualdad entre cohortes.

Endeudamiento y riesgo financiero: cuándo la deuda ahoga el ahorro

El intento de comprar vivienda con recursos limitados suele traducirse en niveles de deuda elevados. Las cargas crediticias lastran la capacidad de inversión futura y aumentan la exposición a subidas de tipos o variaciones del mercado laboral. Para muchos jóvenes, la deuda asociada a la vivienda es un lastre que impide crear patrimonio neto real.

Además, la falta de diversificación —concentrar la riqueza en un único activo inmobiliario o en cuentas corrientes— reduce la resiliencia ante crisis económicas, mientras que generaciones con carteras más variadas pueden absorber mejor los choques.

Consecuencias sociales: de la herencia de oportunidades a la precariedad heredada

Si la tendencia se mantiene, la desventaja económica de los jóvenes podría transmitirse intergeneracionalmente. Las brechas en patrimonio y acceso a la vivienda pueden consolidarse en forma de menor movilidad social, retraso en decisiones como tener hijos o comprar vivienda, y creciente dependencia de la familia extensa. En términos colectivos, supone un freno al dinamismo económico y al emprendimiento.

Medidas para revertir la dinámica: propuestas prácticas

No existe una solución única, pero varias líneas de actuación pueden mitigar el problema. A continuación se resumen opciones con impacto directo sobre patrimonio y acceso:

  • Incrementar la oferta de vivienda pública y asequible para reducir la presión sobre los precios del alquiler.
  • Promover instrumentos de ahorro incentivado para primeras compras con condiciones fiscales favorables.
  • Fomentar contratos estables y salarios que permitan acumular ahorro más allá de la subsistencia.
  • Facilitar programas de rehabilitación urbana que amplíen alternativas de acceso en áreas con demanda.

Qué pueden hacer hoy los jóvenes y las familias

A nivel individual y familiar se pueden tomar decisiones prácticas: priorizar la creación de un fondo de emergencia, diversificar formas de ahorro (no depender exclusivamente de la vivienda), y valorar alternativas colectivas como cooperativas de vivienda o compras compartidas. Estas estrategias no resuelven la raíz sistémica, pero fortalecen la capacidad de gestión financiera frente a choques.

Reflexión final: transformar una alarma en una oportunidad

El descenso del patrimonio juvenil es una señal de alarma sobre cómo funcionan hoy los mercados y las políticas públicas. Reconocer las causas —vivienda, ingresos y deuda— permite diseñar respuestas más efectivas. Con combinaciones de políticas públicas orientadas, cambios en el mercado laboral y prácticas privadas de ahorro e inversión, es posible frenar la erosión patrimonial y abrir caminos para que las nuevas generaciones recuperen capacidad económica y autonomía.

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