Madrid y la trashumancia: tradición que entra en la urbe
Este fin de semana, la capital volvió a ser escenario de una manifestación ancestral: el paso de un rebaño por vías céntricas que normalmente están reservadas al tráfico y al comercio. La procesión reunió a más de mil cabezas de ganado —entre ovejas y cabras— y atrajo a familias y curiosos dispuestos a ver cómo la vida pastoral se materializa en el corazón de la ciudad. Lejos de ser sólo un acto festivo, la salida de los animales plantea preguntas sobre cómo las áreas urbanas integran prácticas rurales en su agenda pública.
El papel ecológico: corredores que sostienen paisajes
Más allá del impacto visual, las rutas trashumantes funcionan como corredores ecológicos que conectan pastizales y permiten el movimiento estacional de especies y nutrientes. A escala global, estimaciones señalan que una fracción relevante de la superficie terrestre se dedica al pastoreo extensivo, una actividad que influye directamente en la estructura de hábitats y la prevención de incendios mediante el pastoreo controlado. En zonas periurbanas, estos tránsitos pueden ser una herramienta para reducir la biomasa disponible y, por tanto, el riesgo de llamas descontroladas.
Patrimonio vivo y economía rural: más que un gesto simbólico
Las celebraciones que conmemoran el paso de rebaños ponen en valor derechos históricos sobre vías pecuarias que, en términos prácticos, permiten el aprovechamiento de pastos comunales y la movilidad de ganaderos. Aunque hoy gran parte de ese marco es simbólico, su mantenimiento favorece economías locales: los pastores obtienen ingresos directos e indirectos, y los municipios se benefician del turismo de naturaleza. Mantener rutas activas ayuda además a sostener poblaciones rurales que, de otra forma, perderían actividad económica.
Gestión sanitaria y convivencia urbana: un equilibrio necesario
La presencia de animales en la ciudad obliga a gestionar riesgos sanitarios y logísticos. Las decisiones de suspender actos en años previos por motivos sanitarios muestran la necesidad de protocolos veterinarios robustos, controles de movimiento y coordinación entre administraciones. Este tipo de eventos también exige planificación del espacio público para minimizar molestias y garantizar la seguridad tanto de las personas como de los animales.
Propuestas prácticas para potenciar la trashumancia en las ciudades
- Establecer corredores urbanos y periurbanos señalizados para el tránsito estacional de rebaños.
- Crear programas de pagos por servicios ecosistémicos que compensen a los ganaderos por el manejo del paisaje.
- Implantar protocolos sanitarios compartidos entre comunidades autónomas y ayuntamientos.
- Diseñar actividades educativas en colegios para vincular a las nuevas generaciones con el agro.
- Fomentar colaboraciones con mercados locales para comercializar productos de pastoreo extensivo.
Casos útiles y aprendizaje internacional
En regiones de montaña y llanuras europeas se han probado soluciones de coexistencia que pueden inspirar a Madrid: desde acuerdos que definen paradas y descansos hasta iniciativas que integran el paso de rebaños en rutas de senderismo señalizadas. Adaptar esas experiencias al contexto madrileño implica negociar horarios, itinerarios y medidas de limpieza urbana para que la experiencia sea bien recibida por residentes y visitantes.
Hacia una política urbana que incorpore pastores
Si se desea preservar esta práctica como activo cultural y ambiental, conviene que las administraciones la entiendan como una política pública más que como una atracción puntual. Instrumentos como la inclusión de vías pecuarias en planes de movilidad, fondos destinados a la conservación de pastizales y el reconocimiento oficial del valor social de la trashumancia pueden asegurar su continuidad. Integrar a los pastores en mesas de planificación urbana permitirá diseñar soluciones que combinen tradición, sostenibilidad y uso responsable del espacio público.
En suma, el paso de rebaños por Madrid ofrece una oportunidad para repensar cómo las ciudades incorporan funciones ecológicas y culturales en su gestión cotidiana. Con medidas coordinadas, este vínculo entre lo rural y lo urbano puede transformarse en un elemento estable de la política ambiental y del patrimonio local.